I love cilantro

Mi primer contacto con el cilantro: Lisboa, agosto de 2007, sopa alentejana. No se me va a olvidar en la vida, para no repetir, digo. Es como una sopa castellana pero el pan era de textura y aspecto vómito. Apenas probé media cucharada, era muy fuerte el sabor que dejaba el cilantro, que, combinado con pan-engrudo, me hicieron no contemplarlo nunca más como sustancia comestible.

Hasta que llegó el momento de probar recetas para el primer certamen Duelo en los fogones.

Mi pareja en el concurso y yo, andábamos probando recetas: carillada de serda, chupachups de pollo villeroi, pastelito de requesón de soulkitchen, y nos pasaron una de ceviche.

Nuestro ceviche de salmón fue el que más supo a lima jamás probado, pusimos una barbaridad, y también nos pasamos con el cilantro. Fue un auténtico fracaso.

Mi querida compañera (y cariñosamente apodada como “mi marir”) no pudo superar el trauma del cilantro, pero yo, que lo de tirar comida me duele más que un bofetón en la cara, lo aproveché, mezclándolo en ensaladas, muy rebajadito, y… ¡tan bien!

Y el sábado pasado, fui al mercado de Russafa y compré (no tengo ni idea de por qué…) un florido y abundante ramillete de cilantro. Desde entonces, lo he añadido sin parar a mis comidas, y me he enamorado.

 

Aquí os enseño el fruto de nuestro romance, mis recetas improvisadas con mi nuevo amor: el cilantro (con banda sonora incluida)

 

 

 

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