Buenos días por la mañana.
Mi tendencia a desayunar galletas en los días poco inspirados es elevada. Pero ya sabemos que las galletas son los nuevos croissants, y hay que comer las menos posibles.
Cuando he entrado en la cocina, he visto que anoche me dejé media rebanada de pan de la cena encima del banco de la cocina. No me apetecía tostarlo, ni untarlo con nada, pero no iba a tirarlo ni jarta de vino.
Entonces me he acordado de las “sopas”. Mi abuelo (era un abuelo prestado realmente, el mío se murió y compartía abuelo con mis primos), tomaba para merendar malta con leche y pan duro cortado a trocitos dentro de un bol.
Este desayuno es mucho más adecuado que si hubiese cogido un variado de galletas o margarina y mermelada en la tostada, dónde va a parar. Además, el pan empapado en el café con leche… que a mí me gusta mojar pan en donde sea! Y si el pan es mallorquín, como éste, con más fibra y sin sal, mucho mejor. Ahora me tomo unas uvas de postre y… ¡a trabajar!.
Bon profit!